73.9% del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en México es hecho por mujeres. Estas actividades equivalen a 6.8 billones de pesos anuales, lo que representaría 26% del PIB del país. Casi el 75% de este monto es generado por mujeres.
El Estado mexicano tiene una enorme deuda con las mujeres para reducir la brecha laboral y ofrecer un Sistema Nacional de Cuidados óptimo que no esté solo en papel. Esto daría cumplimiento al artículo 4 de la Constitución que reconoce el derecho al cuidado, el cual debe ser garantizado por el Estado en corresponsabilidad con la comunidad y el mercado.
La sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados (por ejemplo, durante las fiestas decembrinas) puede ser una razón por la que a las mujeres se les suele diagnosticar ansiedad y depresión con más frecuencia que a los hombres.
Las labores domésticas durante las fiestas siempre son más que durante otra época del año: hay más platos que lavar, comida que preparar y niñas y niños que cuidar. Pero la distribución de estas tareas no es más equitativa en función del incremento de trabajo: estas actividades les siguen siendo asignadas a las mujeres en la mayoría de los casos. Esposas, hijas, mamás y abuelas sobrellevan esta carga, pero, ¿a qué precio? ¿Cuál es la consecuencia para su estado emocional? ¿Deberíamos replantearnos este modelo? Y, ¿qué papel tiene o debería tener el gobierno en este asunto?
Investigación por Ámbar Barrera
Análisis y visualización de datos por Marco Antonio Trujano
Ilustraciones por Carolina López Tello
Edición por Alejandra Padilla
Esta es la primera parte de una serie. AQUÍ puedes leer la segunda entrega y AQUÍ, la tercera.
Las fiestas decembrinas significan regalos, banquetes, brindis y tiempo para convivir con la familia y amigos. Para que esto suceda (y después de que sucede) alguien tiene que planear la compra de comida y regalos, preparar los alimentos, limpiar la casa y lavar los platos sucios; alguien también tiene que cuidar a las niñas y niños que están de vacaciones, y a las personas adultas mayores de la familia. Y quien asume esas responsabilidades es por lo general una mujer. Las labores domésticas durante las fiestas suelen aumentar, pero esta es una carga que se les asigna de manera automática y “natural”, en la mayoría de los casos, a las mujeres durante todo el año.
En 2021 el trabajo no remunerado en los hogares (TNRH) en México representó el equivalente a 6.8 billones de pesos: lo que representaría el 26 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país, de acuerdo con la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El TNRH hecho por mujeres representó 4.9 billones de pesos: el 72.5% del total. Esto quiere decir que, si fueran remuneradas, las labores domésticas y de cuidados generarían una cuarta parte del PIB nacional, y casi tres cuartas partes de ese monto sería generada por mujeres.
Labores domésticas y de cuidados no remunerados respecto del PIB, por sexo
Algunas mujeres asumen las labores domésticas y de cuidados por decisión personal, pero para otras este es un “papel” con el que deben cumplir dentro de un contexto de desigualdad y violencia estructural. En cualquier caso, es necesario hablar, por un lado, del cuidado que requiere la salud física y mental de estas mujeres, y por otro, de la enorme deuda que tiene el Estado con ellas para que, sea cual sea su decisión, puedan hacerlo sabiendo que hay garantía de sus derechos tanto en el hogar como en el mercado laboral.
En Serendipia te presentamos la primera de tres entregas sobre el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. En la segunda entrega abordamos la responsabilidad del Estado en el tema y en la tercera, desarrollaremos cómo la carga de este trabajo no remunerado puede llevar al detrimento de la salud mental de las mujeres, particularmente en los diagnósticos de ansiedad y depresión.
¿Cuánto vale un trabajo que no es remunerado?
Barrer, lavar la ropa, preparar el desayuno o la comida, hacer las compras de la despensa, arreglar una chapa descompuesta, ayudar a los abuelos a cargar un garrafón, cuidar a un familiar durante una enfermedad, estar pendiente de las infancias para hacer sus tareas, jugar con ellas y ellos… todas estas actividades forman parte del trabajo doméstico y de cuidados.
Nadie nos paga por lavar los trastes, pero es una actividad a la que le dedicamos tiempo no solo para tener vajillas limpias, sino también para evitar plagas y enfermedades. Es un trabajo fundamental para el sostenimiento de la vida en los hogares.
A pesar de la importancia de estos trabajos, el PIB no contempla el TNRH porque no tiene un precio definido en el mercado. Sin embargo eso no significa que no tenga un alto valor económico para las familias.
Si los bienes y servicios producidos dentro de los hogares (alimentos, limpieza y cuidados, por mencionar algunos) no los hiciera alguien de la familia, se pagaría por ellos. El PIB no mide la producción de estas tareas no remuneradas, pero “es importante tener una aproximación en términos de valor económico”, dice Katia Guzmán, politóloga y Coordinadora de Datos de la organización México, ¿cómo Vamos?
Es por eso que el INEGI presenta la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México (CSTNRHM) desde 2003, que proporciona información acerca del valor económico del trabajo doméstico y de cuidados que el PIB nacional no mide.
El cálculo se realiza con base en el número de horas que hombres y mujeres dedican a este tipo de trabajos domésticos y de cuidados. Y con ello se dimensiona el peso que tiene el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado traducido en valores corrientes, es decir, en dinero.
Los resultados de 2021 muestran que el tiempo que destinan las mujeres a este tipo de trabajo no remunerado es mayor que el que destinan los hombres a esas mismas actividades. Según los datos más recientes de la Encuesta Nacional sobre Uso de Tiempo (ENUT 2019), las mujeres dedican el 66.6 por ciento de su tiempo total de trabajo (TTT) al trabajo no remunerado de los hogares y 2.5 por ciento a la producción de bienes para uso exclusivo del hogar.
Por otro lado, los hombres dedican 27.9 por ciento de su TTT para el trabajo no remunerado de los hogares y 3.1% a la producción de bienes para uso exclusivo del hogar. El resto de su TTT, es decir el 68.9 por ciento lo ocupan para realizar su trabajo para el mercado, mientras las mujeres sólo le dedican el 30.9 por ciento. Un dato que da cuenta de la baja participación de las mujeres en el mercado laboral.
Alma Colín Colín, Coordinadora de Políticas y Presupuestos para la Igualdad y el Desarrollo Sustentable en Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia, dice en entrevista que los datos del Inegi sobre el TNRH o la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) son las pruebas fehacientes de la desigualdad estructural entre hombres y mujeres en México.
“Ahí se ve que las mujeres están en más actividades que no cruzan por el mercado y por lo tanto no tienen una remuneración, a pesar de ser ellas quienes sostienen las sociedades en el mundo”, dice Colín.
De acuerdo con la organización México ¿Cómo vamos? La baja participación laboral de las mujeres y el empleo informal son dos de los principales problemas estructurales que deben ser atendidos por el Estado.
La organización informa que al tercer trimestre de 2022 la participación de las mujeres en el mercado laboral se estima en 45.1%, y asegura que el principal motivo para que las mujeres no busquen ni tengan un empleo remunerado es que se dedican al trabajo del hogar o de cuidados sin remuneración.
“Al tercer trimestre de 2022, hay un total de 20 millones 443 mil 844 mujeres no ocupadas que no buscan insertarse de forma activa en el mercado laboral debido a dedicarse a realizar quehaceres domésticos o labores de cuidados dentro de su hogar”.
Katia Guzmán, politóloga y Coordinadora de Datos de la organización México, Cómo vamos?
Si estas mujeres recibieran una remuneración por las actividades que realizan, la pobreza laboral habría disminuido a 21.2 por ciento (actualmente es de 40.1 por ciento, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social). Además, con esto también aumentaría a 43.1 por ciento la proporción de personas en el país que pueden cubrir el valor de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica No Alimentaria, en comparación con el 28.4 por ciento que actualmente lo puede hacer.
Las mujeres hacen más y se les reconoce menos
Neide Rodríguez Ibáñez dejó de trabajar a los 29 años para dedicarse a la crianza de su primer hijo. Si bien esto lo decidió a partir de un deseo propio y pudo hacerlo con el apoyo de su esposo, también influyó el hecho de que la empresa en la que estaba no ofrecía un servicio de guardería.
Neide tiene ahora 35 años.
Cada día, ella se levanta a las 6:30 de la mañana y se duerme a las 11 de la noche. A lo largo de esas 17 horas ella no para: se encarga de la limpieza de la casa, de la comida, de preparar a sus hijos para la escuela, llevarlos, traerlos, ayudarles con las tareas y jugar con ellos. Además, también se dedica a las ventas por internet en un negocio familiar.
Las labores domésticas durante las fiestas (Navidad y año nuevo) aumentan porque llegan visitas a su casa o simplemente, como en otros periodos vacacionales, porque sus tres hijos varones (Erick de 6, Leo de 3 y Alan de un año), se encuentran con ella todo el día en casa y requieren de su tiempo y atención.
Neide ha tenido esta rutina durante cinco años y medio. Cuando su hijo Erick tenía apenas unos meses de vida, ella decidió dejar su trabajo en una compañía telefónica para dedicarse al cuidado de él y, más tarde, al de sus otros hijos.
“Yo la verdad estuve contenta y de acuerdo, fue una decisión consensuada y que yo quería tomar. Digo, es una tarea muy, muy cansada física y mentalmente pero pues es algo que me gusta, que me apasiona. De pronto sí extraño un poquito el tema de tener un trabajo formal pero me gusta mucho estar con mis hijos, disfrutarlos y todo, porque sé que soy de las pocas mujeres privilegiadas que pueden estar con sus hijos y tener esa estabilidad económica a la vez”.
Naide Rodríguez, ama de casa
Cuando ella habla de su privilegio se refiere a que, por un lado, su familia tiene la posibilidad de mantenerse únicamente con el sueldo de su esposo Eduardo. Además, quienes se han involucrado en el cuidado de sus hijos son sus hermanas menores, y ellas pueden hacerlo porque no tienen hijos o hijas.
Si bien el dinero de Eduardo sirve para pagar su renta, los alimentos, ropa y colegiaturas, el trabajo de Neide también tiene un alto valor económico. Según los datos más recientes del Inegi, siendo una mujer casada y con hijos menores de seis años, Neide produjo en 2021 el equivalente a entre 89 mil y 93 mil pesos mexicanos por su trabajo doméstico y de cuidados.
Valor económico del trabajo no remunerado en los hogares por tipo de actividad en 2021
Neide confiesa que le gustaría recibir un mayor reconocimiento, al menos verbal, por parte de Eduardo por este trabajo. Su familia, por otro lado, siempre se lo dice e incluso se involucran cuidando a sus hijos cuando se los pide para poder tener tiempo para ella misma.
“El detalle es que eso [de ayudarme] fue apenas, ya que vieron que casi me volvía loca y que en verdad lo necesitaba”. Se refiere a un periodo en el que Eduardo estuvo un par de meses sin trabajo, por lo que tuvieron que sacar a los niños de su escuela y con ellos en casa todo el día, la carga de trabajo aumentó para Neide. Entonces sus hermanas se involucraron en el cuidado de los niños.
El trabajo no remunerado de las mujeres representa un alto valor económico
Valor económico per cápita por situación conyugal y año
La ONU reconoce que en todo el mundo, la mayor carga del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado la tienen las mujeres, y que la responsabilidad que implica, así como el tiempo que le dedican a este tipo de labores, “restringe notablemente la posibilidad de las mujeres de contar con ingresos propios, de buscar opciones en el mercado laboral, de participar plenamente en la política y la sociedad, al mismo tiempo que las relega de la protección social indispensable para la satisfacción autónoma de sus necesidades”.
A lo largo de los últimos 18 años, las cifras del Inegi y la Cuenta Satélite muestran que las mujeres han aportado entre el 72 y el 80% del total del valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientras que los hombres, a pesar de aumentar su participación año con año, no han rebasado el 28 por ciento de aportación.
En los datos también se observa que de 2003 a 2021 las mujeres han aportado, con su trabajo no remunerado en los hogares, el equivalente entre el 14 por ciento y el 20 por ciento del total del PIB nacional.
Y aunque durante la pandemia los hombres tuvieron su más alta participación en estas labores (que representó 7.4 por ciento del PIB), la participación de las mujeres llegó a 20.2 por ciento, su valor más alto desde que existe esta medición.
Durante 2021 cada mujer mayor de 12 años que realizó trabajo doméstico y de cuidados no remunerado aportó en promedio el equivalente a 71 mil 524 pesos mexicanos, mientras que cada hombre aportó un promedio de 28 mil 831 pesos anuales por el mismo tipo de trabajo.
Esta diferencia es todavía más marcada si se considera el estado civil. La tendencia con las mujeres es que, mientras están solteras o divorciadas, el equivalente económico de su aporte es menor, y si están casadas, aumenta hasta más de 90 mil pesos.
En el caso de los hombres, el equivalente de su aporte económico aumenta si están solteros o separados, y disminuye si están casados. Esto da cuenta de la desigualdad que viene de los estereotipos de género, en el que a las mujeres se les asignan automáticamente ciertas tareas en su rol de esposas o madres.
De acuerdo con las organizaciones de la sociedad civil, muchas mujeres están realizando este tipo de trabajo doméstico no remunerado en ausencia de una adecuada infraestructura de cuidados en el país, como por ejemplo, centros de cuidado infantil, escuelas, hospitales y otros espacios dedicados a la atención de las infancias, adolescentes, personas adultas mayores o personas con necesidades de cuidados especiales.
Los estereotipos detrás de la desvalorización del trabajo doméstico y de cuidados
Esta segregación sexista del trabajo es un asunto social y cultural, en que las estructuras del poder han perpetuado la idea de que hay actividades y trabajo “naturalmente” asociado a los hombres (que los pone como protagonistas en el ámbito público) y a las mujeres (encargarse de la casa y los hijos). Así lo explica Karina Batthyány, secretaria ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), en su libro “Políticas del cuidado”.
“Las mujeres, en cambio, se ocupan de la reproducción, la educación de los hijos, los cuidados, el bienestar social de la familia y las tareas de mantenimiento del orden dentro del hogar. Es un trabajo no pago y desvalorizado que las limita a habitar el ámbito privado”.
Karina Batthyány, secretaria ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Batthyány afirma que las tareas del trabajo doméstico, además “arrastran una carga de prejuicios que nos desvalorizan porque a lo largo de la historia han sido interpretadas como funciones “naturales” de las mujeres”.
Esta afirmación puede observarse en las actividades específicas de trabajo doméstico en las que participan más los hombres según los datos del Inegi.
Valor per cápita del trabajo no remunerado en los hogares según sexo y presencia de menores de 6 años
En 2021, los únicos rubros donde la aportación del valor económico de los hombres rebasó al de las mujeres fueron los siguientes:
- “Mantenimiento y reparaciones menores a la vivienda” (1), en el que los hombres aportaron el equivalente a 4,967 pesos frente a 3,138 de las mujeres. Una diferencia de 1,829 pesos
- “Servicios comunitarios y voluntarios organizados” (2) (un trabajo en la esfera pública o por lo menos de visibilidad comunitaria), en la que los hombres aportaron el equivalente a 13,349 pesos frente a 11,441 que aportaron las mujeres. Una diferencia de 1,908 pesos.
Las diferencias en las aportaciones de hombres y mujeres es muy marcada en el resto de los rubros. De hecho, en el valor económico total, las mujeres aportaron 2.6 veces más que los hombres en 2021 y 2.7 veces más en 2020.
La participación de los hombres en las labores domésticas y de cuidados
Vianey Lecona Ortega, de 37 años, dejó hace unos meses su trabajo formal como docente para cuidar de tiempo completo a sus dos hijas mientras trabaja en un negocio informal. Ella lo decidió así y aunque se siente feliz, también le gustaría volver a ejercer como maestra si pudiera seguir cerca de sus hijas, lo cual no es sencillo mientras no exista una adecuada infraestructura de cuidados pública y también privada, como guarderías en los lugares de trabajo.
Vianey tiene una jornada similar a la de Neide. Se levanta a las 6:30 de la mañana, prepara el lunch de sus hijas (Romina de 7 años y Amara, de 3), las prepara para la escuela, las lleva a la escuela, vuelve a su casa, prepara el desayuno para ella y su esposo Miguel, asea la cocina y la casa, lava ropa, prepara la comida, recoge a las niñas de la escuela, comen, hacen la tarea, juegan juntas, las baña, cenan, deja listos sus uniformes y duerme a eso de las 10 de la noche.
Hace menos de un año tanto su esposo como ella renunciaron a sus trabajos para sumarse a un negocio de venta de playeras con el hermano de Vianey. Lo hicieron por varias razones, pero para ella, una de las principales fue la crisis emocional que le desató la triple jornada durante la pandemia de COVID-19 por trabajar como maestra (en modalidad remota) al mismo tiempo que se ocupaba de la casa y cuidaba a sus hijas. Con estos ajustes en su vida laboral, Miguel puede involucrarse más en las labores de casa y sobre todo, en la crianza de sus hijas.
Si bien Vianey lleva la mayor carga con estas tareas, ella cuenta que su esposo se involucra en todas las actividades: a veces vistiendo a las niñas, tendiendo las camas, o haciendo las compras.
“Él se ocupa mucho, y si ellas se enferman él se levanta en las noches [a darles medicina o lo que haga falta], o si me ve muy cansada se involucra sin que yo se lo pida. Se involucra por instinto paterno”.
Ella puede confiar en que él “nunca va a dejar que la casa se incendie”, dice entre risas. Sin embargo, también reconoce que aún así, ella no puede sentirse totalmente desahogada de estas tareas, ni siquiera cuando está enferma.
“Aunque esté enferma, siempre me levanto para atender a las bebés. Aún estando mi esposo sí tengo que atender porque él a veces no sabe dónde están las cosas básicas de la casa”.
Vianey Lecona, ama de casa
Katia Guzmán explica que aunque en la pandemia aumentó la participación de los hombres en las labores domésticas y de cuidados, eso no significa que disminuyera la brecha.
“[Por una parte] tiene que ver con la forma en que concebimos los estereotipos en razón de género, porque precisamente al ser esta expresión colectivizada y generalizada de que las mujeres tenemos que hacernos cargo de este tipo de tareas (las labores domésticas y de cuidados), pues entonces se replican intergeneracionalmente”, dice Guzmán en entrevista con Serendipia.
Guzmán reconoce que actualmente el tema se debate y se hacen esfuerzos para romper esos estereotipos, pero “en la medida en que no se cuente con intervenciones robustas desde el sector público para cambiar las dinámicas y no sólo los estereotipos, para insertar a más mujeres al mercado laboral, o permitir que las paternidades se puedan ejercer con licencias de paternidad más largas, por ejemplo, pues va a ser bien difícil”.
La carga de labores domésticas durante las fiestas y fines de semana
Los fines de semana son los días más ocupados para Vianey y su esposo en el negocio familiar. Pero estos días, Vianey sigue haciendo “actividades de mamá”, como ella le llama a cocinar, ayudar a sus hijas con la tarea y leer con ellas.
Este año los papás de Vianey vendrán a visitarlos durante Navidad y Año Nuevo, lo que en realidad alivia un poco la carga del trabajo doméstico y de cuidados para Vianey, pues los abuelos se involucran en el cuidado de las niñas y la abuela ayuda a su hija a cocinar (lo que de nuevo resalta la división del trabajo en función del género).
Si bien la experiencia de Vianey puede ser similar a la de otras mujeres mexicanas, hasta ahora los instrumentos que miden el uso del tiempo y por lo tanto el tiempo y la carga que representa el trabajo doméstico y de cuidados no alcanzan a diferenciar ciertos ciclos de tiempo como los fines de semana o los periodos feriados, por lo cual no es posible conocer si si el TNRH aumenta o disminuye durante periodos como los fines de semana, días feriados y celebraciones, o en qué proporción lo hace.
El Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) reconoce en una investigación sobre trabajo doméstico no remunerado que si bien existen otros aspectos que influyen en el volumen y el ritmo del trabajo doméstico como los hábitos de limpieza, los rituales de las fiestas comunales (el número de objetos de decoración, o la sofisticación de la preparación de las comidas), el tratar de definir parámetros en este campo resulta casi imposible. No obstante, este instituto reconoce que dichas variables son importantes, por lo que tendrían que ser abordadas desde estudios cualitativos.
Los datos pendientes en México
Mujeres como Vianey y Neide no tendrían que “volverse locas” para dejar de asumir toda la carga de las labores domésticas y de cuidados. Tampoco deberían esperar que llegue cierta época del año para tener la ayuda de su mamá en estas tareas.
¿La responsabilidad entonces es de sus parejas? Una parte sí, pero el gobierno también tiene una duda, y para poderla pagar, necesita más y mejores datos.
Parte de esta información viene de la Encuesta Nacional sobre Uso de Tiempo (ENUT), realizada cada cinco años por el INEGI. Esta medición es la fuente principal de la Cuenta Satélite del trabajo no remunerado en los hogares para determinar el tiempo destinado al TNRH.
La organización México, ¿Cómo vamos? le ha recomendado al instituto realizar la encuesta con mayor frecuencia para poder capturar, por ejemplo, el efecto que ha tenido la pandemia en el uso de tiempo para las mujeres, de acuerdo con Katia Guzmán. No obstante, parece que el Inegi no les tomará la palabra, pese a que ellas consideran que la ENUT es una herramienta muy específica y por lo tanto, muy valiosa.
Por otro lado, la organización considera que la ENOE podría ser más precisa. Aunque esta encuesta pregunta sobre las horas a la semana que usan para realizar ciertas actividades, no distingue los casos en los que las personas hacen dos cosas a la vez.
Además faltan instrumentos que “permitan capturar estas dinámicas que podríamos presumir tienen cierto tipo de estacionalidad en el año”. Aunque para Vianey y Naide la carga de estas tareas aumenta en esta época (las fiestas decembrinas) y esta es una experiencia que otras mujeres comparten, hasta ahora no existe una medición formal sobre ese fenómeno.
Y eso sólo es en cuestión de los distintos ciclos de tiempo, pero también sería útil, de acuerdo con las organizaciones, tener otro tipo de datos demográficos en estas encuestas, como por ejemplo, la orientación sexual o la identidad sexogenérica.
Guzmán explica que si bien es importante que ya haya encuestas especializadas en describir a la población LBGT+ (Lesbianas, Bisexuales, Gay, Transgénero, Transexuales y más), por el momento estas se enfocan, sobre todo, en temas de discriminación.
“Eso está bien, es necesario, pero en otras encuestas ya tendría que dejarse [la identidad sexogenérica y la orientación sexual] como una pregunta demográfica de cajón para poder ver, por ejemplo, si hay diferencia en las dinámicas de trabajo doméstico y de cuidados”.
Alma Colín, de Equidad A.C. agregó en entrevista que, en el reconocimiento de la diversidad, existen distintas demandas en el tema de cuidados que algunas organizaciones de la sociedad civil e investigaciones desde la academia están abordando. “Lo que ubicamos hasta el momento es que hay un importante número de mujeres trans realizando trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, pero la gran ausencia es que no sabemos decir cuántas y cuánto porcentaje”, dice Colín.
Así como con las poblaciones trans, Colín asegura que hay muchas otras poblaciones con las que se está en deuda en términos de políticas públicas pero también de datos, como las niñas en situación de calle, las mujeres migrantes, o las mujeres privadas de su libertad, entre otras.
“Tenemos la responsabilidad ética y política de, al momento de estar generando los criterios generales para el Sistema Nacional de Cuidados, asegurarnos de que estén incorporadas sus necesidades prácticas y sus intereses estratégicos”, de acuerdo con Colín.
Más datos, generados de una manera correcta, se traducirían en una mejor medición y entendimiento de las causas y consecuencias de la sobrecarga de trabajo no remunerado en los hogares. Esta información serviría para impulsar políticas públicas que realmente aborden la deuda gubernamental en la materia y, a la larga, resulten en una sociedad en la que no sea lo “natural” dejarles estas labores a sus esposas, hijas, madres, tías y abuelas.
- El rubro “Mantenimiento y reparaciones menores a la vivienda” es un valor secundario del rubro “Limpieza y mantenimiento de a la vivienda”.
- El rubro “Servicios comunitarios y voluntarios organizados” es un valor secundario del rubro “Proporcionar ayuda a otros hogares y trabajo voluntario”.
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