El bullying en México es el primer eslabón de una cadena de violencia que se aprende en casa, se normaliza en la escuela y termina por fracturar a toda la sociedad. ¿Cómo podemos romper este ciclo que afecta a generaciones de niños y adolescentes?
Siete de cada 10 niños son víctimas de bullying en México según la organización Bullying sin Fronteras. Uno de esos niños es Enrique Tadeo, un estudiante de secundaria que regresó a casa una tarde con moretones en el cuerpo y una historia poco creíble: dijo que se había caído por las escaleras. Días después, tras intensos dolores de cabeza, mareos persistentes y múltiples visitas al médico, se confirmó lo que su madre temía: Tadeo había sido brutalmente agredido por sus compañeros.
Los médicos diagnosticaron traumatismo craneoencefálico y detectaron un quiste congénito que, tras el golpe, cambió de posición y ahora debe ser monitoreado con estudios clínicos constantes. La agresión no solo lo dejó con secuelas físicas, también con un miedo profundo: Tadeo ya no quiere regresar a la escuela. “Mi hijo me contó todo llorando: cómo lo golpearon, qué partes de su cuerpo lastimaron. Tiene miedo, por él, por su familia, por sus amigos”, relata Fabiola Robles, su madre, entre lágrimas. Agradece que esté vivo, pero vive con la incertidumbre del pronóstico.
Hasta entonces, Fabiola no sabía nada. Ni de los insultos, ni de los empujones, ni de los abusos cotidianos. Como sucede en miles de casos, la violencia escaló en silencio hasta volverse imposible de ocultar. Y nadie en la escuela (ni siquiera las maestras) pareció notarlo. “Dicen que no saben cómo ocurrió el ataque”, afirma Fabiola.
La omisión institucional no es menor: según el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI), en 2022 más de 3.3 millones de adolescentes reportaron haber sido víctimas de acoso escolar. Es decir, una cifra equivalente a la mitad de la población del estado de Puebla.

En un país violento como México, el acoso escolar es una de sus formas más tempranas y normalizadas. Y muchas veces, comienza en casa. La Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM), ha alertado que México lidera los rankings internacionales en casos de bullying.
Además, 1.9 millones de estudiantes han sufrido rechazo dentro del aula, mientras que 948 mil han sido víctimas de golpes o amenazas. Esto de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 del INEGI. De acuerdo con datos del INEGI, los estudiantes sufren distintos tipos de violencia dentro y fuera del aula:
- 1.9 millones (58%) han sido víctimas de rechazo en clase por parte de sus compañeros.
- 1.8 millones (55.9%) han recibido burlas y apodos humillantes.
- 547 mil (16.8%) fueron obligados a hacer cosas en contra de su voluntad.
- 500 mil (15.3%) sufrieron ciberacoso, con publicaciones ofensivas sobre ellos en redes sociales.
- 948 mil (29.1%) fueron golpeados o amenazados físicamente.

El acoso escolar no es un fenómeno aislado: es la antesala de una violencia estructural que acompaña a niñas, niños y adolescentes conforme crecen. En 2023, el país registró 31 mil 62 homicidios, de acuerdo con el INEGI. Esto representa 24 asesinatos por cada 100 mil habitantes. De esta manera tenemos un entorno violento que inicia en las aulas, se perpetúa en las calles y se vuelve parte del tejido social.
Bullying: ¿violencia que se hereda?
En México, el bullying no es una situación pasajera ni un “juego de niños”. Es una forma sistemática de violencia que inicia, en muchos casos, dentro del hogar y se prolonga hasta las aulas, dejando huellas emocionales y físicas que pueden durar toda la vida.
De acuerdo con la comunicóloga y especialista en Educación por la Paz, Trixia Valle, precursora en México de los temas de bullying y autora de libros como “Ya no quiero ir a la escuela” y “¡Déjame en Paz”, el bullying busca dejar a la víctima aislada, sin confianza ni herramientas para defenderse. “El primer vistazo es dentro de la familia”, afirma Valle. Y es que muchas veces, la violencia que se vive en casa se normaliza al grado de que ni siquiera se identifica como tal.
Insultar a los hijos, hablar con groserías, gritar o presenciar agresiones entre padres son solo algunos ejemplos de un entorno violento que moldea el comportamiento infantil. “Los niños replican lo que ven”, explica Valle. Así, el lenguaje agresivo y las relaciones abusivas dentro del hogar se trasladan a las escuelas y a otros espacios de socialización.
Los datos respaldan esta conexión. Tan solo en 2023, 31 mil 690 niñas, niños y adolescentes de entre 1 y 17 años fueron atendidos en hospitales del país por haber sido víctimas de violencia familiar o extrafamiliar, según la Secretaría de Salud. Además, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua (ENSANUT) 2022 revela que más de la mitad de la población infantil (55.5%) fue sometida a métodos de disciplina violentos tan solo durante el mes previo a la encuesta.
El origen del bullying
El bullying en México no aparece de la nada. Tiene raíces profundas en la estructura familiar y las jerarquías sociales que se aprenden desde la infancia. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) confirma que el entorno doméstico es un semillero de violencia. De hecho, el 70.1 por ciento de las mujeres mayores de 15 años ha vivido al menos un episodio de violencia a lo largo de su vida.
Estos datos reflejan la multiplicidad de escenarios en los que la violencia se reproduce: la casa, la escuela, la comunidad. Y son precisamente los niños quienes, al observar y normalizar estas conductas, las replican en sus relaciones con sus compañeros, perpetuando el ciclo.
El bullying, una historia interminable
Las señales de acoso escolar no siempre son visibles, pero se manifiestan con fuerza en el comportamiento de quienes lo sufren. Además de los golpes o moretones, los menores pueden presentar:
- Aislamiento
- Baja autoestima
- Evasión de la escuela
- Tristeza constante
- Dolores físicos inexplicables
- Terrores nocturnos
“Todo eso obedece a un trastorno psicosomático que nace de la constante violación a sus derechos humanos”, afirma Valle. Detectar a quienes son víctimas de bullying es una tarea viable, solo requiere prestar especial atención a los cambios en el comportamiento de los menores.

Lo más alarmante es que el bullying no termina en la infancia, los afectados viven con secuelas. Estudios como el de Violencia Escolar y Consumo de Sustancias en Estudiantes Mexicanos de Secundaria revelan que los adolescentes víctimas de bullying tienen mayor propensión a consumir drogas o participar en actos delictivos. Valle advierte: “Estamos ante una situación de corrupción infantil y juvenil que puede desembocar en pandillerismo y afectar la gobernabilidad del país”.
Por otro lado, el artículo “La investigación acerca del acoso y violencia escolares en México”, subraya que la violencia escolar refleja y perpetúa las desigualdades estructurales del país.
Recomendaciones para prevenir y enfrentar el bullying en México
Frenar esta espiral de violencia requiere cambios estructurales. Para comenzar, Trixia Valle propone “regresar la autoridad al docente y establecer sanciones académicas claras”. Pero no basta con normas. Es indispensable que las escuelas cuenten con personal suficiente y capacitado para actuar ante el acoso escolar.
En la secundaria de Tadeo, por ejemplo, faltan maestros, faltan prefectos y solo hay un psicólogo para toda la institución. Ese contexto permitió que la violencia escalara hasta dejarlo con una lesión cerebral.
También es urgente transformar los hogares. Educar sin violencia, establecer límites con respeto y enseñar a resolver conflictos sin agresión. Ningún acto de abuso es aislado de la crianza ni de la cultura social. Mientras se sigan justificando las agresiones como parte del “carácter” o “cosas de niños”, el ciclo continuará.
El bullying no es solo un problema individual, es un fenómeno social. No es una etapa, es una forma de violencia estructural que se transmite de generación en generación. Romper ese ciclo implica mucho más que hacer campañas escolares: exige cambiar la manera en que nos hablamos, nos relacionamos y nos cuidamos, desde casa y desde el sistema educativo.
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