¿Dónde están los hombres? ¿Dónde se han metido? Tareas domésticas y de cuidados durante la pandemia de COVID-19

¿Dónde están los hombres? ¿Dónde se han metido? Tareas domésticas y de cuidados durante la pandemia de COVID-19

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Durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, la carga de labores domésticas aumentó y fue asumida, en mayor proporción, por mujeres. 

Por Erika Lilian Contreras y Alejandra Padilla

Una mujer dedica, en promedio, seis horas al día a realizar tareas domésticas y cuidar de otros miembros del hogar, mientras que un hombre dedica dos. Esta brecha en el tiempo invertido en el hogar y los cuidados ha aumentado durante la pandemia por COVID-19 en México.

La razón de este inequitativo uso del tiempo entre los sexos es la división histórica del trabajo, de acuerdo con la cual las mujeres trabajan en el ámbito doméstico y los hombres, en el público. Esto resulta en un igualmente inequitativo acceso a oportunidades laborales entre hombres y mujeres. 

Durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, la carga de labores domésticas aumentó y fue asumida, en mayor proporción, por mujeres. 

“(La pandemia de COVID-19) es un espacio de oportunidad para que si en ese momento no se ha discutido (la importancia de las labores domésticas y de cuidado), se empiece a discutir. En algún momento tenemos que empezar a hacerlo cada quien en lo individual”, dice Alma Colín, coordinadora del área de Políticas y Presupuestos para la Igualdad y el Desarrollo Sustentable en Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia A.C

Serendipia habló con Paola, Dulce, Ana, y Coco, quienes compartieron sus experiencias como madres durante la cuarentena. 

Despertar. Ir a la oficina. Lavar ropa Cocinar. Cuidar a su hija. Trabajar. Dar de cenar. Dormir. Repetir. 

Así eran los días de Ana antes de la pandemia. Su hija de cuatro años y su casa necesitaban de ella y de su esposo para sobrevivir. Los meses que los tres tuvieron que resguardarse de la COVID-19 en esa casa la rutina cambió. El día de Ana ahora era trabajar, trabajar y trabajar. Fue un mes de jornadas de 9 am a 1 am con su hija sentada a su lado.

“Mi hija también pasó ese momento mal, la verdad, porque ni podía hacerle caso. Tenía que estar al pendiente de las instrucciones y el personal operativo a mi cargo”, así recuerda Ana el confinamiento.

Tanto ella como su esposo tuvieron que acostumbrarse a tener a su hija de cuatro años en casa durante su horario laboral debido a que la escuela y guarderías cerraron. Al preguntar cómo lidiaron con todas las responsabilidades, la respuesta de Ana es: “He tenido apoyo de mi hija y de mi esposo, han entendido la responsabilidad que tenemos de cuidarnos, de mantener limpios nuestros espacios, de asearnos y de entender que a veces yo puedo tener libre medio día y a veces puedo estar todo el día pegada al teléfono o computadora”.

Paola, quien tiene dos hijos de tres y seis años, dice que “iba a empezar un proyecto, pero con la pandemia dije ‘me organizo con los niños u organizo el proyecto, me voy a volver loca’. Entonces le puse pausa al proyecto y empecé a ver cómo iba a estar el asunto con los niños, porque sí fue muy complicado al principio organizarme. Entonces dejé a un lado lo mío y le puse prioridad a lo de los pequeños”. 

Las casas de las cuatro mujeres, como la mayoría de los hogares mexicanos, se transformaron en escuela y oficina. Algunas de ellas vieron cómo de un día al otro sus obligaciones aumentaron: además de lavar ropa, cocinar, lavar platos y limpiar la casa, tuvieron que acondicionar espacios para las clases virtuales de sus hijos y asumir el papel de maestras. 

“Les daba recesos de 15 minutos a los niños (mientras hacían las actividades escolares) y en ese tiempo yo tendía las camas, barría, lavaba los platos o cocinaba”, dice Dulce, ama de casa y madre de dos niños de cinco y 11 años. Su esposo siguió trabajando durante la cuarentena, por lo que en su hogar no hubo disyuntiva sobre quién atendería a los niños.

En algunos casos las labores fueron repartidas de manera equitativa entre los miembros de la familia; en otros, el papel de proveedor de los hombres no permitió este reparto y en algunos más, las mujeres se resignaron a realizar más tareas “para no pelear” con sus hijos y parejas. 

En 2018, los trabajos no remunerados domésticos y de cuidados fueron realizados en su mayoría por mujeres. El sexo femenino tuvo una participación de 54.3 por ciento en estas tareas, contra una proporción de 45.7 por ciento realizados por hombres, de acuerdo con la “Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México” del Instituto Nacional de Estadística y Geogrfía (Inegi), cuya versión más reciente data de 2018. 

Es decir, los hombres participan en las tareas domésticas y de cuidados, pero lo hacen en una proporción menor. De acuerdo con el Inegi, aunque 45 de cada 100 personas que realizan estas tareas son hombres, su participación en horas semanales equivale a un tercio de la de las mujeres. Es decir que mientras 76 por ciento del total de horas semanales invertidas en estas tareas son asumidas por las mujeres, los hombres dedican solo 23 horas a la semana. 

La “Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo” de Inegi en 2009 brindó una mirada a la repartición de las labores de cuidado dentro de las casas mexicanas. La encuesta arrojó que las mujeres dedican la mayoría de su tiempo a la preparación de alimentos, limpieza del hogar y prendas, a esto se le suma el cuidado a integrantes de la familia que necesitan apoyo y a menores de 6 años.

En cambio, los hombres participan más en las actividades de cuidado a integrantes del hogar de 15 años en adelante, específicamente los apoyan o asesoran en uso de tecnología, cursos o clases; llevan, recogen o esperan a que reciban atención de salud; dan mantenimiento, instalan y reparan la vivienda y los bienes del hogar; realizan pagos y trámites de los integrantes de la familia, y son sus choferes para regresar de clases, del trabajo, de algún trámite u otro lugar. 

El caso de Ana es una excepción. Durante la Jornada Nacional de Sana Distancia, ella tuvo que seguir trabajando desde casa y las actividades escolares de su hija de cuatro años eran supervisadas por su esposo: “Estuve un mes en casa trabajando de 9 am a 1 am, no tuve tiempo para sentarme a comer”, dice Ana. 

La naturaleza del trabajo de su esposo le permitió asumir el rol de cuidador principal, pero eso solo sucedió porque su trabajo estuvo en pausa durante este periodo, lo cual significó una disminución en el ingreso del hogar. 

El trabajo doméstico y de cuidados antes y durante la pandemia de COVID-19: ¿cosa de mujeres?

Coco es maestra. Tiene dos hijos mayores de 20 años. Durante la Jornada Nacional de Sana Distancia, terminó el ciclo escolar en línea y después fue despedida. Coco dice que desde que está en cuarentena con su familia, la lista de tareas del hogar que debe hacer aumentó, pero no ha intentado llegar a un acuerdo con sus hijos y esposo porque  “me gusta mantener mi casa en orden. Lo que evito es ya complicarme la vida, entonces trato al máximo de evitar conflictos, porque son pequeñeces que se pueden arreglar”. 

El Estado, el mercado laboral, la comunidad y las familias son corresponsables de “garantizar la reproducción y la provisión de bienes y servicios a la sociedad en general; en particular, los relacionados con el derecho de las personas de satisfacer las necesidades de atención y cuidados de quienes integran los hogares”, de acuerdo con el estudio “El trabajo de cuidados: ¿una responsabilidad compartida?”, publicado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) en 2013. 

Esta corresponsabilidad ayuda a “incrementar la participación femenina en actividades económicas y a mejorar las condiciones laborales de las mujeres que trabajan para el mercado”.

Pero las encuestas sobre uso de tiempo en México arrojan que esta responsabilidad recae en su mayoría en los hogares y dentro de ellos, en las mujeres. 

“La corresponsabilidad del Estado mexicano en el trabajo de cuidado visto a través de su presupuesto y del número de personas atendidas en lo correspondiente a la oferta de servicios de cuidado (es) escasa e insuficiente”, concluyó la organización Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia en el “Diagnóstico de corresponsabilidad del Estado mexicano en el trabajo de cuidado”, publicado en colaboración con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en mayo de 2019. 

Ese estudio también concluye que, pese a ofrecer espacios para tomar corresponsabilidad, los recursos asignados a servicios de cuidado representaron sólo 0.65 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación. Menos de uno por ciento del presupuesto federal es asignado a las labores de cuidado. 

Actualmente, el gobierno de México ofrece servicios de guardería a través del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), escuelas preescolares y de tiempo completo, comedores comunitarios, asilos y casas de día. 

Aunque las medidas impuestas por el gobierno federal ante la emergencia sanitaria por la COVID-19 significaron el cierre de los espacios que estaban disponibles, los apoyos económicos a mujeres trabajadoras y personas adultas mayores no cesaron. 

No obstante, Alma Colín opina que estos no pueden ser considerados servicios de cuidados: “no es lo mismo tener un espacio a donde llevar a infantes, o un espacio donde las personas adultas mayores tengan condiciones más favorables para que estén atentos a sus necesidades y puedan pasar un tiempo provechoso, a que te lo den (el dinero) y que tú de manera individual resuelvas cómo va a ser ese cuidado. Si bien económicamente puede resolver algunas situaciones para personas adultas mayores eso no significa de ninguna manera que sea un programa considerado de cuidado”. 

En otras palabras, los hogares se quedaron como Atlas sosteniendo al mundo: solos en el trabajo de cuidado, aunque el gobierno ha lanzado campañas para impulsar la corresponsabilidad dentro de las familias.

La investigadora de Equidad dice que se debe trabajar por que en la sociedad mexicana permee una “sensibilidad de que este tipo de trabajo es tan valioso como el trabajo que sales a hacer y por el cual te pagan”.

Pero el desdén a la inversión gubernamental en servicios de cuidados no inició con la actual administración. “Siempre tenemos que estar convenciendo (al gobierno). No ha habido excepción, lo tienes que estar siempre demostrando y además teniendo tu brecha de desigualdad demostrada concretamente con números”, dice Alma Colín. 

El trabajo doméstico no remunerado equivale a casi una cuarta parte del PIB

Las tareas de cuidado impactan mucho más allá de las personas que cuidan y que son cuidadas. Se trata de una actividad económica que en 2018 representó 23.5 por ciento del PIB, lo que equivale a 5.5 billones de pesos, de acuerdo con la “Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, 2018”, del Inegi. 

A pesar de que en 2018 el trabajo de cuidados fue la actividad económica que más valor aportó al PIB, los recursos asignados a servicios de cuidado representaron tan solo el 0.65 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación.

El análisis de esta inversión no es tarea fácil, ya que el gobierno ni siquiera reconoce la inversión que hace en servicios de cuidados. Alma Colín dice que las políticas que involucran servicios de cuidados están etiquetadas generalmente como programas sociales dirigidos a mujeres. Por ejemplo, las guarderías del IMSS son una prestación para las madres, los padres viudos y los padres divorciados: los padres que están legalmente con la madre de sus hijos no tienen derecho a este servicio. Esto perpetúa el estereotipo de que, mientras haya una mujer a su lado, los hombres no tienen por qué asumir los cuidados de sus hijos. 

Colín espera que en el futuro el gobierno etiquete recursos públicos de manera específica para servicios de cuidado, contrario a lo que sucede actualmente. “Eso forma parte de lo que desde el movimiento feminista hemos ido construyendo. Es una categoría de análisis porque con esto el gobierno está haciéndose corresponsable aunque ellos no lo hayan concebido de origen. Muchos programas no se concibieron de origen para el cuidado, (pero) con el tiempo hemos ido diciendo que estos programas se pueden ir mejorando para fortalecer una política de cuidado”, dice. 

¿Algún día disminuirá la carga impuesta a las mujeres?

Con o sin pandemia, la mayor carga en cuanto a trabajos de cuidado y labores domésticas no remuneradas recae en las mujeres. 

Todo ser humano necesita cuidados en diferentes medidas conforme a sus etapas de su vida, los primeros 5 años y los últimos de la adultez mayor son de los que más atención y tiempo requieren. Esto sin contar alguna enfermedad o incapacidad que merme su independencia. 

De igual manera, todo hogar necesita limpieza, mantenimiento y administración. 

Ambas tareas, las labores domésticas y de cuidado, no siempre se realizan a cambio de un sueldo, no siempre se reparten en partes iguales entre los miembros de la sociedad y no siempre se reconoce que existe. 

“Hay que tener en cuenta que no solo se están cuidado a las poblaciones dependientes sino que también a las independientes, ahí es donde entra la mayoría de hombres”, dice Ana Colín, de la organización Equidad de Género, Ciudadanía,Trabajo y Familia.

Equidad Equidad de Género, Ciudadanía,Trabajo y Familia apuesta más por servicios públicos que tengan una sostenibilidad en el tiempo, para que no se le deje de manera individual a la ciudadanía a que resuelva sus problemas con un monto.

En cuanto a la corresponsabilidad de los hogares, la apuesta está en las personas con autonomía: que ellas se hagan responsables de su propio cuidado y de terceras personas.

Al final del día, las personas que estudian el trabajo de cuidados e impulsan cambios a favor de las mujeres tienen como meta que toda la población que requiera cuidado lo tenga de manera digna y garantizada, pero que también las personas que cuidan lo hagan dignamente, en un esquema de formalidad y no donde se correlacionen las fuerzas en términos de las desigualdades.

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