A lo largo de la historia, las encuestas presidenciales en México han desempeñado un papel clave en la anticipación y medición de preferencias electorales. Al recordar el acierto de las encuestas en 2018, donde predijeron la victoria de Andrés Manuel López Obrador, hoy nos enfrentamos a un nuevo escenario.
En 2018, las encuestas presidenciales en México reportaron que Andrés
Manuel López Obrador se mantuvo a la cabeza durante todo el periodo de
precampaña
y campaña con una intención de voto de entre 30.9 por ciento y 51 por
ciento.
¿López Obrador ganó la elección porque las encuestas lo posicionaban a la cabeza o las encuestas lo posicionaban a la cabeza porque efectivamente iba ganando?
En enero de 2024, a cinco meses de la jornada electoral, las encuestas presidenciales en México son contundentes: Claudia Sheinbaum Pardo, candidata por Movimiento Regeneración Nacional y los partidos del Trabajo y Verde Ecologista de México, tiene en promedio 63 por ciento de las preferencias, según el agregado de encuestas de Polls.mx.
Xóchitl Gálvez Ruiz, candidata por los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, promedia el 30 por ciento de la intención de voto.
Este año, como en 2018, ¿las encuestas predicen lo que sucederá en junio?
Los efectos de las encuestas: Underdog y Bandwagon
El 3 de enero, la encuesta de Covarrubias y Asociados, publicada en El Heraldo de México, aseguraba que Sheinbaum tenía 55 por ciento de las preferencias electorales y Gálvez, 22 por ciento.
Al conocer estos resultados, una persona mayor de edad en México que votará en junio próximo podría sentir simpatía por la precandidata que va en segundo lugar (Xóchitl Gálvez) y decidir que votará por ella. Este sentimiento es conocido como el “efecto desvalido (o efecto Underdog)” y se sustenta en el sentimiento de que la persona con menor preferencia está siendo menospreciada de manera injusta, lo que impulsa el deseo de ayudarla.
Otra persona podría decidir que la diferencia entre las precandidatas es tan amplia que prefiere quedar en el “equipo ganador” en las elecciones de este año; es decir, apoyar a quien es casi seguro que ganará. Esto es conocido como “efecto de arrastre (o efecto Bandwagon)”.
Pero, ¿una o varias encuestas presidenciales pueden provocar que el electorado se incline hacia un lado u otro?
Si bien las encuestas pueden influir en la opinión pública, en la actualidad su impacto no es determinante ni cuantificable. Según Carlos Muñiz Muriel, profesor investigador en la Universidad Autónoma de Nuevo León y coordinador del Laboratorio de Comunicación Política “es muy arriesgado decir que esos efectos se dan por la encuesta en sí”.
Sin embargo, la presencia de encuestas falsas y la dificultad para identificarlas, subrayan los desafíos en la interpretación y la alfabetización urgente y necesaria para el electorado como ciudadano y consumidor.
En palabras de Muñiz, las encuestas son “fotografías fijas de un momento, hay que pensar que lo que estamos midiendo es una realidad social y ese clima social que registramos en las encuestas, pues puede cambiar de un día para otro”. Al mismo tiempo, José Gerardo Galicia Vélez, catedrático y director de la firma Indaga afirma que “en muchos de los casos esos resultados no son los que se van a ver reflejados posteriormente en la votación (…) la encuesta no es una bola de cristal, pero sí te muestra tendencias”
¿Cómo funcionan las encuestas electorales?
Las encuestas electorales son un instrumento para proporcionar información con base en la medición de preferencias, tendencias y percepciones políticas. En México se empezaron a utilizar en las elecciones de 1988 y 1994 gracias a la presión social ejercida por los ciudadanos, así como a la iniciativa de investigadores como Miguel Basañez e instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Antes de esta elección en el país había un partido hegemónico: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Por esta razón, no existía una duda real sobre quién iba a ganar las siguientes elecciones, ya que el “candidato” y próximo presidente era designado por el presidente en turno.
El interés ciudadano en las encuestas electorales incrementó después de 1994, con la llamada ”Guerra de las encuestas”. Este periodo se refiere al debate y controversia que generaron los resultados de las encuestas electorales en el país, cuando a pesar de las diferencias metodológicas, coincidieron con el resultado final.
La metodología utilizada actualmente en el desarrollo de estos instrumentos ha demostrado ser efectiva para medir con precisión las preferencias de los encuestados. Sin embargo, aunque esta técnica sea confiable y verídica; los intereses de las instituciones y personas involucradas, no lo son tanto. Y en el proceso de la recaudación, análisis y difusión de información, pueden existir muchos vacíos.
Galicia explica que los estudios y sondeos de opinión más comunes en temporada electoral son un proceso que por lo general está integrado por las siguientes etapas:
- Prueba piloto para evaluar el comportamiento de la encuesta.
- Recopilación de datos en un periodo seleccionado.
- Análisis estadístico (para el cual se usan herramientas como SPSS y Stata)
- Interpretación de los datos.
- Presentación de resultados.
¿Quién regula las encuestas presidenciales en México?
El Instituto Nacional Electoral (INE) es quien regula las encuestas electorales en el país, de acuerdo con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. El instituto define a estas mediciones como “aquellas que tienen como fin dar a conocer las preferencias o tendencias electorales durante los procesos electorales federales y locales”.
Además, el INE regula a las casas encuestadoras para transparentar la realización y divulgación de encuestas y sondeos de opinión durante los procesos electorales, con el fin de garantizar la integridad y equidad de las elecciones.
Actualmente, algunas de las casas encuestadoras más reconocidas en el país son Consulta Mitofsky, Parametría, Berumen, GEA-ISA, Buendía & Laredo, Massive Caller, México Elige y Covarrubias y asociados.
No obstante, durante los procesos electorales es común el surgimiento de encuestas falsas o publicaciones en redes sociales que se intentan mostrar como encuestas cuando en realidad no lo son.
Para verificar la credibilidad de una casa encuestadora, las y los ciudadanos pueden revisar factores como los siguientes:
- El historial de la empresa
- La precisión de resultados en estudios pasados
- Si transparentan su metodología
- La afiliación a organismos reguladores como la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado (AMAI).
Además, es importante verificar que la casa encuestadora tenga esté acreditada ante el INE, especialmente en el caso de las encuestas de salida durante las elecciones. Y sobre todo, es necesario recordar que el voto en México es libre y debe ser informado. En lugar de dejarnos llevar por el efecto Underdog o Bandwagon, lo recomendable es revisar las propuestas de las candidatas y elegir a quien represente los ideales del votante, mas no votar por lástima o por querer quedar en el lado ganador de esta historia.
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JAJAJAJAJA, ¡dejémonos de tanto rollo barato! En las elecciones como las que se realizarán este año aplica eso de que “el que tiene más saliva, traga más pinole”, es decir, el que tenga MÁS LANA para COMPRAR EL VOTO será el ganador. Nada de efecto “desvalido” o efecto “ganador”. Pejlutarco sabe perfectamente (10 años de “cursos de especialización” en el VIEJO y VENERABLE PRI) cómo cooptar el voto de los más pobres, comprándolos por migajas y con promesas baratas. Y por ello para él la máxima ha sido “PRIMERO LOS POBRES”. Es el segmento de población más numeroso en el país y, por tanto, el más “sensible” a doblegarse por cualquier “ayuda social”. De ahí que el PRIejidente haya decidido “invertir” NADA MÁS Y NADA MENOS que… ¡MÁS DE CUATRO BILLONES DE PESOS ESTE 2024 en “AYUDAS Y PROGRAMAS SOCIALES”!, yendo incluso a contratar DEUDA EXTERNA por MÁS DE DOS BILLONES DE PESOS, para… completar el “cochinito” que NECESITA para este 2024. Las encuestas en este 2024 son… reflejo del impacto de esa “inversión” en la compra del voto, nada más.