El techo de cristal

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De manera histórica, las mujeres han formado parte de un grupo vulnerable en comparación con los hombres, situación que no escapa a la realidad de la sociedad mexicana, incluso, al quehacer cotidiano de las instituciones públicas.

Debido a la violencia de género sufrida por las mujeres, a lo largo de los años dentro de una sociedad patriarcal, ha sido necesario aprobar normas que hicieran frente a la discriminación y desigualdad de las mujeres en todos los ámbitos de la vida.

No obstante estas normas, en materia laboral la brecha entre la participación de las mujeres y los hombres indica que aún existen importantes barreras para que las mujeres se posicionen en el mercado laboral en proporción con los hombres, entre las que se encuentran los estereotipos de género.

De conformidad con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, realizada en el tercer trimestre de 2017 por el INEGI, del total de las mujeres con edad para trabajar, la tasa de participación femenina en el mercado económico mexicano es de 42.9% a comparación de un 77.8% de participación del total masculino, es decir que existe una diferencia de 34.9% entre la participación de hombres y mujeres.

Asimismo, actualmente existe todavía una brecha salarial en la que por igual trabajo en comparación con los hombres, los salarios percibidos por las mujeres son menores. Un estudio realizado por del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) manifiesta que en México las mujeres ganan, en promedio 34.2% menos que los hombres.

Fuente: www.eldesconcierto.cl

De igual manera, aún es un hecho que las mujeres ostentan menos cargos directivos, en comparación con los hombres, tanto en el ámbito privado como en el público.

Es así que la Administración Pública es un ámbito que no escapa de esta discriminación estructural, ya que como lo demuestra el Estudio sobre la igualdad entre mujeres y hombres en materia de puestos y salarios en la administración pública federal 2017 practicado por la CNDH a 47 instituciones públicas federales, la participación de las mujeres es mayor en aquellos puestos que representan los niveles más bajos dentro de la jerarquía de mando, disminuyendo su presencia en los puestos de más alto rango.

Lo anterior se destaca en dicho estudio, ya que aún 18 de estas instituciones cuentan con participación femenina en puestos de mando medio y superiores menor al 40% y el porcentaje de mujeres en mandos medios y superiores por puesto en la Administración Pública Federal es menor al 50% e incluso el porcentaje disminuye conforme aumenta el puesto.

Sin embargo, dentro de cada grupo jerárquico en la estructura de la administración pública, también existen diferencias, ya que el principio de “trabajo igual, salario igual” es olvidado, puesto que las mujeres perciben un salario menor en comparación con los hombres.

Fuente: P. Solís “Discriminación estructural y desigualdad social”, Conapred, 2017.

Esta situación representa claramente el concepto de techo de cristal que caracteriza a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres que resulta difícil de traspasar, impidiendo que sigan avanzando.[1]

Es decir, el techo de cristal representa aquellos obstáculos o barreras implícitos en la sociedad que frenan el crecimiento laboral de las mujeres, incluso cuando su preparación académica y laboral es elevada en comparación con sus contrapartes masculinas.

https://neuquenxxi.com.ar/el-techo-de-cristal/

Por todas estas razones es que, a pesar de tantos años luchando contra la discriminación que hemos sufrido las mujeres, específicamente en materia laboral, tanto en el ámbito privado como en el público, aún queda mucho por hacer para lograr la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.

¿Será posible lograr la igualdad de género, sin brechas salariales ni techos de cristal? Considero que no basta con promulgar leyes que promuevan la igualdad entre hombres y mujeres si como sociedad no creamos una cultura en la cual el trabajo de ambos sea valorado bajo los mismos parámetros y si dentro de la administración pública, que es la primera obligada en acatar las normas, no  cumple lo establecido por la legislación debido a estereotipos y roles de género, que no tienen ningún sustento y que no permiten que las personas cumplan sus metas en igualdad de condiciones, pues como expresó Winnifred Harper Cooley en The New Womanhood en 1904: “Los hombres tienen que llegar a comprender que ningún progreso es posible con la mitad del género humano apartada de todo excepto de las funciones; a comprender que los hijos pueden perfectamente heredar a la madre; a que ha de haber oportunidades para utilizar las capacidades, la cultura y el carácter que se producen únicamente por medio de la actividad intelectual y social”.

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Esther Elizabeth Albarrán Martínez.Licenciada en Derecho por la UNAM, Especialista en materia de trasparencia, rendición de cuentas y anticorrupción. Actualmente es consultora de Integridad Ciudadana, A.C. en Proyectos en materia de Transparencia y Anticorrupción en gobiernos locales.

[1] Subjetividad femenina y salud mental: el techo de cristal, Burlín, M., inédito, 1994.

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