Después de que Fitch bajara su calificación a Pemex y Moody’s la mantuviera, faltaba el criterio de Standard and Poors (S&P). Este lunes 4 de marzo la calificadora publicó su revisión de una perspectiva estable a negativa y bajó el perfil crediticio de la petrolera, manteniendo su calificación.
Esto se dio después de que el viernes pasado S&P revisara, igualmente, de estable a negativa la perspectiva sobre calificación de deuda soberana de México. S&P dijo que dicha reducción se daba después de que el gobierno limitara la participación de la iniciativa privada en el sector energético, además de otros eventos que han tenido lugar este inicio de gobierno que han mermado la confianza de los inversionistas. La baja en la perspectiva soberana (Gobierno Federal) llevó a la reducción en la perspectiva y perfil crediticio de Pemex.
Estas revisiones coincidieron con la publicación de los datos sobre finanzas públicas del Gobierno Federal para enero de este año. Las cifras dicen que los ingresos cayeron principalmente por la disminución en los ingresos de Pemex. Las finanzas se mantuvieron gracias a la recaudación del impuesto a las gasolinas.
El problema de Pemex no es exclusivo de este nuevo gobierno
La paraestatal se ha visto en problemas financieros desde hace décadas. El gobierno ha sumado esfuerzos en vano para lograr que la empresa sea productiva y eficiente; sin embargo, se ha topado con debilidades tecnológicas, administrativas y de corrupción que no le han permitido ser rentable. Mientras el gobierno sigue invirtiendo, la empresa sigue operando en un contexto desfavorable.
Pemex opera con una deuda astronómica (es la petrolera más endeudada del mundo). Tiene problemas con sus pensiones, todo esto en un entorno de precios internacionales del petróleo relativamente bajos, así como caídas en su producción. La correspondiente a crudo y gas bajó de 3.83 millones de barriles diarios en 2004 a sólo 2.1 millones en 2018. Por suerte esta caída en la producción se ha visto compensada en las finanzas públicas por la mejora en el precio del barril en los últimos meses.
¿Degradación de calificación de deuda de Pemex a la vista?
S&P bajó la perspectiva de calificación soberana de México y al día hábil siguiente bajó la perspectiva para Pemex. La estrecha conexión, casi siamesa, entre petrolera y país es preocupante. Si la empresa productiva tuviera números positivos y perspectivas favorables, esta conexión serviría como empuje para la economía y el desarrollo económico del país. Sin embargo, Pemex es una rueda de molino; los números negativos y las perspectivas a la baja inyectan incertidumbre.
Es claro que el gobierno seguirá invirtiendo en Pemex y le perdonará más impuestos. La pregunta es a costa de qué. Durante el mes de enero, las finanzas del gobierno federal mostraron una baja en sus ingresos: se captaron menos ingresos propios de Pemex (54 mil 154 mdp) que no se pudo compensar por otros ingresos petroleros. La manera en que se mantuvieron a flote fue a través de la recaudación de IEPS. El impuesto a la venta de gasolinas (29 mil 690.7 millones de pesos en enero de 2019). Recordemos que de este impuesto el gobierno recibe 4.81 pesos por cada litro de gasolina verde y 4.06 pesos por cada litro de gasolina roja. Esto explica, al menos parcialmente, porqué se ha permitido el aumento en los precios de los combustibles sin reducir los impuestos para compensar: el gobierno no puede prescindir de ese dinero.
Las calificadoras ya pusieron en duda la credibilidad de la deuda, no bajaron la calificación. Pero con la reducción en la perspectiva aumentaron las posibilidades de que sí reduzcan las calificaciones el siguiente año (o antes). Lo que le piden al gobierno no es nada irracional: que asegure un balance entre las prioridades sociales y la estabilidad económica. A lo que agregaría: centrarse en el desarrollo económico y social sin comprometer el bienestar social y las finanzas públicas en el camino.
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