Embarazo adolescente en México: cada día 303 niñas y adolescentes se convierten en madres

En México cada día cientos de niñas y adolescentes se convierten en madres, en muchos casos como consecuencia de violencia sexual

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En México cada día cientos de niñas y adolescentes se convierten en madres, en muchos casos como consecuencia de violencia sexual

“Mi mayor preocupación estaba en poder sacar adelante mi responsabilidad”, dice Estela. Esa responsabilidad era su primera hija, quien nació cuando Estela tenía 14 años.

Como ella, cada año miles de niñas y adolescentes mexicanas dejan de preocuparse por la escuela, la música que les gusta o la carrera que elegirán en unos años. Cada año, miles de niñas y adolescentes mexicanas que aún no pueden votar de manera legal se convierten en madres. 

Estela recuerda que a los 13 años (cuando quedó embarazada por primera vez) le gustaba jugar a las muñecas y leer las tiras cómicas de Mafalda. Se identificaba con Susanita porque “su máximo era ser mamá”, pero Estela no imaginaba serlo antes de cumplir la mayoría de edad.

En 2021, 110 mil 801 niñas y adolescentes (de 10 a 17 años) mexicanas llevaron a término un embarazo, de acuerdo con las estadísticas de natalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Esto es una tasa de 571 nacimientos por cada 100 mil menores de edad y un promedio de 303 nacimientos de madres menores de 18 años cada día

De 2018 a 2020 la tendencia de dicha tasa fue a la baja. En 2018 la tasa fue de 785, mientras que en 2019 fue de 722. 

Justo en el siguiente año ocurrió el cambio más significativo, pues en 2020 la tasa de natalidad en este sector de la población se redujo a 478 casos por cada 100 mil niñas y adolescentes menores de 18 años (244 menos).

Sin embargo, en 2021 ese progreso quedó opacado por un aumento en la tasa, la cual aumentó en casi 100 casos por cada 100 mil, ya que ascendió a 571 (93 más que el año anterior).

Tasa de nacimientos en mujeres menores de edad 2018-2021

En ese mismo año, Chiapas registró la mayor tasa de niñas y adolescentes que llevaron un embarazo a término: 993 por cada 100 mil. Enseguida estuvieron Guerrero con 817 por cada 100 mil y Puebla con 759 por cada 100 mil.

En el otro extremo, las entidades que registraron las tasas más bajas fueron Hidalgo (402 por cada 100 mil), Baja California Sur (394 por cada 100 mil) y Ciudad de México (352 por cada 100 mil)

El informe Embarazo temprano en México: panorama de estrategias públicas y análisis de la ENAPEA refiere que “el embarazo temprano se relaciona de manera estrecha con las desigualdades sociales: es más frecuente que se embaracen las adolescentes indígenas con acceso limitado a la educación sexual, de hogares con ingresos bajos y que residen en zonas con niveles altos de violencia, que las adolescentes que no viven en estas condiciones”.

Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) comprueban esa relación: Chiapas es el estado que más pobreza concentra en su territorio; en este lugar el 75.5 por ciento de las personas son pobres.

En Guerrero la pobreza alcanza al 66.4 por ciento de sus habitantes y en Puebla al 62.4.

Embarazos en menores de edad en México (2018-2021)

En el mismo año -2021- la tasa de nacimientos nacional en mujeres mayores de edad fue de tres mil 663 por cada 100 mil. Esto es más de seis veces la tasa en niñas y adolescentes. No obstante, los embarazos en menores de edad “truncan los proyectos de vida de niñas y adolescentes, que en muchos casos ni siquiera tenían la voluntad de experimentar su sexualidad (es decir, que sufrieron abuso sexual), dice Juan Martín Pérez García, Coordinador Regional de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe.

No es embarazo infantil, es violencia sexual

Cuando Estela -entonces de 13 años- le dijo a su mamá que estaba embarazada, ella le propuso abortar. Al negarse, la adolescente fue obligada a casarse con el padre de su futura hija, quien tenía 18 años en ese momento. 

Este no es un caso aislado. En el 82.4 por ciento de los embarazos de niñas y adolescentes registrados en México, el padre tenía 18 años o más. Mientras tanto, solo en el 17.6 por ciento de los casos ambos (la madre y el padre) eran menores de edad.

Décadas después de ese primer embarazo, Estela concluye que el padre de su hija se aprovechó de sus carencias afectivas: su padre había muerto cinco años antes y desde entonces su mamá se mostraba indiferente hacia ella. 

“En esos casos (en los que una niña o adolescente está embarazada) la posibilidad de que el embarazo sea consecuencia de una exploración sexual o de una dinámica de consentimiento es mínima”, explica Pérez García. El embarazo infantil no existe, es violencia sexual, advierte el especialista, pues en estos casos hay una clara desventaja en la dinámica de poder, particularmente si el hombre es mucho mayor. 

De acuerdo con la legislación mexicana, una persona puede consentir un acto sexual a partir de los 18 años de manera legal, según Jessica Techalotzi Zontlimatzi, integrante del área de Coordinación de proyectos en el Centro de Análisis, Formación e Iniciativa Social A.C. (CAFIS)

Pero en 2021 hay registros de nacimientos de madres de hasta 10 años, de acuerdo con los datos del Inegi. En ese periodo hubo seis mil 312 nacimientos en los que la madre tenía entre 10 y 14 años; en la mayoría, el padre era mayor o mucho mayor. 

En México se han registrado casos en los que la diferencia de edad entre padres y madres es alarmante, llegando a haber madres menores de 15 años y padres de 75 años, de acuerdo con datos del INEGI en 2021.

“No son solo números, son proyectos de vida truncados de niñas victimas de violencia sexual a quienes se les obligó, en su infinita mayoria, a parir pese a los multiples riesgos que esto conlleva, tanto para ellas como para sus hijos e hijas”.

Juan Martín Pérez García, Coordinador Regional de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe.

¿Cuáles son los riesgos que conllevaba un embarazo a edades tan tempranas como los 10 años? “Su cuerpo todavía no termina de desarrollarse, por lo que no tienen las herramientas necesarias, hay incluso un riesgo de muerte. Para nosotras que obliguen a una niña a terminar su embarazo es una forma de tortura”, dice Techalotzi Zontlimatzi.

El embarazo adolescente, por otro lado, se puede ver desde una perspectiva diferente, pero no se le debe restar gravedad. A esa edad, explica Pérez García, las personas tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, a ejercer su sexualidad y sus derechos sexuales. Sin embargo, esto no necesariamente significa que deseen ser madres.

Las respuestas del Estado Mexicano: ¿cero embarazos tempranos en 2030?

En 2015, el gobierno de México estableció la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo Adolescente (ENAPEA) como una estrategia para erradicar los embarazos en las niñas de 10 a 14 años y disminuir al menos a la mitad la incidencia entre las adolescentes de 15 a 19 años para el año 2030.

Esta estrategia debe articular las acciones de instancias como las secretarías de Salud (SSa) y la de Educación Pública (SEP). Antes de 2015 cada dependencia involucrada tenía sus propios programas para tratar el tema, de acuerdo con Juan Martín Pérez. En los últimos años, destaca, las medidas se han articulado de mejor manera gracias a la intervención del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Sin embargo, es difícil anticipar que el gobierno mexicano cumpla la meta establecida en 2030. “Sobre todo porque hemos tenido recortes presupuestales en la Secretaría de Salud, en la Secretaría de Educación. La estrategia no tiene ningún recurso específico para impulsarse […] no hay una inversión de Estado y eso reduce la posibilidad de que sea masiva, que sea consistente y de que podemos evaluar los avances”, dice Pérez García.

También pesa el ritmo tan lento con el que se incorpora la educación sexual integral en la formación de infantes y adolescentes; algo a lo que por ley están obligadas las autoridades educativas. Por ejemplo, en 2018 el promedio nacional de uso de anticonceptivos a nivel nacional fue de 60.4 por ciento, de acuerdo con estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo). No obstante, entidades como Chiapas, Guerrero y Oaxaca (en donde se concentran la mayoría de los embarazos infantiles y adolescentes) registraron una proporción de menos del 50 por ciento. 

Es más probable que las niñas, niños y adolescentes se acerquen a la sexualidad por medio de la publicidad, las redes sociales, las series o la pornografía, que a través de sus clases o de charlas con su familia, recalca Jessica Techalotzi.

La educación sexual es esencial en esas etapas. Pues a través de esta se conoce en la infancia, por ejemplo, que ninguna persona puede tocar tu cuerpo, y menos si es una persona adulta. 

Ya en la adolescencia, esta educación permite conocer las formas con las que mejor conviene experimentar la sexualidad, tanto para reducir riesgos de enfermedades de transmisión sexual como para evitar embarazos no planeados.  

Aunque esta educación, aclara la especialista, debe estar basada en información laica, científica y libre de prejuicios.

La prevención no debe cesar en ningún momento

Estela recuerda que cuando tuvo a su primera hija ni siquiera sabía que era posible tener un plan de vida. Para ella la vida era “ir recibiendo lo que se me presentaba e irlo acomodando y viviéndolo, nunca pasó por mi cabeza que yo podía pues trazarme planes”.

Las niñas y las adolescentes deben tener vínculos de protección, ir a la escuela, tener sueños. Deben poder tener otra expectativa diferente al amor romántico o al estar a disposición de un hombre, o incluso a la de imaginar que ser madre es su único futuro, dice Pérez García. 

Además, cuando ambos padres son menores de edad las consecuencias también son para ellos: “en algunas situaciones (los varones adolescentes) tienen que dejar los estudios para ponerse a trabajar y esto los coloca en situaciones de precarización y explotación laboral”, dice Techalotzi Zontlimatzi. 

Por eso la prevención del embarazo temprano no debe cesar en ningún momento, ni siquiera cuando la niña o adolescente ya ha tenido a su primera hija o hijo. Además, un embarazo a temprana edad puede fomentar tanto el inicio de círculos de violencia como un fenómeno conocido como “herencia de la pobreza” en el que, según Pérez García, se multiplican las posibilidades de que este contexto se repita con sus hijas e hijos.

A fin de cuentas, tener hijas e hijos no debe ser una imposición sino una decisión consciente. “Creo que se romantiza mucho la idea de decir ‘no importa, ya saldremos adelante’, y sí, salimos adelante, pero vamos dejando en el camino muchas cosas importantes y no habría necesidad”, dice Estela. 

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