Ana María Serrano: dos años sin juicio y una madre que solo pide que el responsable acepte su culpa

El feminicidio de Ana María Serrano ocurrió en septiembre de 2023, pero a más de dos años de los hechos el juicio no ha comenzado. Entre amparos y retrasos judiciales, su madre no exige la pena máxima: solo que el responsable reconozca su culpa y se haga cargo de lo que hizo.

Feminicidio de Ana María Serrano

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El feminicidio de Ana María Serrano ocurrió en septiembre de 2023, pero a más de dos años de los hechos el juicio no ha comenzado. Entre amparos y retrasos judiciales, su madre no exige la pena máxima: solo que el responsable reconozca su culpa y se haga cargo de lo que hizo.

El feminicidio de Ana María Serrano ocurrió en septiembre de 2023, pero a más de dos años de los hechos el juicio aún no comienza. Mientras el proceso judicial se estanca entre amparos y aplazamientos, Ximena, madre de la joven, insiste en algo que contrasta con la narrativa punitiva habitual: no busca la pena máxima, sino que el agresor reconozca su responsabilidad.

“Para mí, la justicia sería que él acepte que la mató y se haga cargo de lo que hizo”, ha dicho.

¿Quién era Ana María Serrano y cómo empezó la violencia?

María Ximena Céspedes, la madre de Ana María, la describe como una persona brillante.”No solo porque fuera inteligente, sino porque realmente tenía una luz alrededor, como un halo precioso”, dice en entrevista con Serendipia

Ana María entró a estudiar Medicina en la Universidad Panamericana (UP). Su madre recuerda que “le costó trabajo entrar a la universidad”, pero estaba decidida a cursar la carrera en esa institución. La familia incluso había planeado mudarse cerca de la UP entre semana para facilitar los traslados. 

Pero, ¿Ana María siempre tuvo esa vocación? Ximena dice que primero consideró estudiar Veterinaria, pero después de reflexionarlo, decidió que ver sufrir a los animales le dolería más porque no pueden hablar. Su madre dice que Ana María “no podía ver a nadie solo, triste o desamparado”, y recuerda que una Navidad invitó a su mejor amiga a la cena de su familia porque su madre acababa de morir. La describe como una adolescente empática, que “amaba la vida”. 

Además, Ximena asegura que su hija era incapaz de provocarse dolor físico: recuerda que antes de entrar a la universidad se preparó como paramédico y no podía siquiera sacarse sangre a sí misma. Este punto sería clave el día en que Ana María fue asesinada.  

Ana María conoció a Allan años atrás, cuando ambos cursaban primero de secundaria. Primero fueron amigos y, ya en segundo de preparatoria, iniciaron una relación que duró dos años. “Era un muchacho normal, buen estudiante, educado”, recuerda Ximena. Debido a las restricciones que tenía en casa, solían verse principalmente en la escuela o en reuniones con amigos.

Con el tiempo, el comportamiento de Allan cambió. Según su madre, a partir del segundo año de noviazgo comenzaron las conductas violentas: episodios de humillación, rupturas abruptas, bloqueos en redes sociales y, posteriormente, gestos exagerados de disculpa, como regalos costosos y flores.

En ese momento, Ximena no identificó estas acciones como violencia. Sin embargo, cuando Ana María le contó que Allan se había enfurecido porque ella usó una falda (que él mismo le había regalado) para ir a un concierto, su madre fue clara: debía terminar la relación.

Ana María decidió hacerlo al concluir sus estudios. Tras la ruptura, Allan insistió durante semanas: enviaba regalos al domicilio familiar hasta que el padre de la joven pidió que no se recibiera ninguno más. La familia creyó que la situación terminaría cuando el joven se fuera a estudiar a Alemania.

No fue así.

El feminicidio de Ana María

El 8 de septiembre de 2023, los padres de Ana María salieron del país por un viaje postergado durante años por la pandemia. Dejaron todo organizado: transporte a la universidad, apoyo doméstico y comunicación constante. Vivían en un fraccionamiento con vigilancia permanente y Ana María ya había viajado sola antes.

Durante los primeros días, todo parecía normal. Hasta el martes 12 de septiembre.

Ese día, Ximena despertó con un mensaje de la trabajadora del hogar: Allan había acudido a la casa con un regalo, mostraba una actitud extraña y preguntó insistentemente por los movimientos dentro del domicilio. No logró ver a Ana María y se retiró.

Horas después, Ximena intentó comunicarse con su hija sin éxito. Finalmente recibió un mensaje: Ana María decía que estaba jugando con su perro. Minutos después, llegó otro texto que encendió todas las alarmas: su hija aseguraba que ya no quería estar sola y que había decidido suicidarse.

Los padres pidieron a un vecino que entrara a la casa. Él fue quien la encontró colgada.

Ximena llamó a una ambulancia de inmediato. Entre el mensaje de despedida y el hallazgo pasaron apenas unos minutos. Cuando le confirmaron que Ana María había muerto, Ximena lo tuvo claro: no fue un suicidio. Había sido asesinada.

Las pruebas del feminicidio de Ana María Serrano

Durante el regreso a México, un amigo de Ana María contactó a Ximena para entregarle mensajes que Allan había enviado a su hija. En ellos había amenazas explícitas. El último mensaje de Ana María era contundente: “Si algo me pasa, ya sabes quién fue”.

Las cámaras de vigilancia del fraccionamiento captaron a Allan entrando y saliendo del domicilio el día de los hechos. La Fiscalía también documentó indicios de manipulación de la escena para simular un suicidio. Dentro de la vivienda se localizaron objetos (como una gorra y un cubrebocas) que coinciden con los que el joven portaba en los videos.

Con estos elementos, la Fiscalía General de Justicia del Estado de México dictó prisión preventiva contra Allan “N”, quien fue detenido el 17 de septiembre de 2023.

Casos como el de Ana María ocurren en un contexto de violencia feminicida persistente. Tan solo hasta el 25 de octubre de 2025, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró 597 feminicidios en el país; 48 de ellos en el Estado de México, la entidad con más casos a nivel nacional. En ese escenario, cada retraso judicial no es solo un expediente detenido, sino una señal de impunidad.

Dos años sin juicio en el caso del feminicidio de Ana María Serrano

Aunque Allan “N” fue vinculado a proceso, el juicio por el feminicidio de Ana María Serrano no ha iniciado. De acuerdo con su madre, la audiencia ha sido aplazada al menos en cinco ocasiones debido a amparos y recursos interpuestos por la defensa.

“Eso nos perjudica a nosotros, porque tener que verlo en cada audiencia es muy difícil, tener que ver a los papás en cada audiencia y además pues yo puedo ir a puedo ir a las audiencias, pero hay personas que tienen que trabajar y que no pueden faltar 16 veces a su trabajo para ir a una audiencia que puede demorarse”, dice Ximena.

Para la familia, el retraso no solo prolonga el dolor, sino que envía un mensaje preocupante: incluso con pruebas, los casos de feminicidio pueden quedar atrapados en la burocracia judicial.

“No quiero venganza, quiero responsabilidad”

Ximena ha sido clara: no busca la pena máxima ni una condena ejemplar por odio. Su exigencia es distinta y poco común en el debate público.

Para ella, la justicia debe ser restaurativa. Quiere que Allan reconozca su culpa, reciba una sentencia conforme a la ley y asuma las consecuencias de sus actos. Incluso considera que, en prisión, pueda estudiar y convertirse en una persona funcional para la sociedad.

“No quiero venganza. Quiero responsabilidad”, resume.

De acuerdo con el Código Penal de la Ciudad de México, el delito de feminicidio puede castigarse con penas de entre 20 y 50 años de prisión.

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