El feminicida de Iztacalco murió en prisión antes de comparecer por los crímenes cometidos contra al menos siete mujeres; autoridades investigan las causas de su repentina muerte.
El feminicida de Iztacalco, Miguel Cortés Miranda, falleció el pasado 13 de abril en el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, a casi un año de haber sido detenido y vinculado a proceso por una serie de delitos graves, entre los que destacan feminicidio, tentativa de feminicidio y desaparición cometida por particulares en agravio de al menos siete mujeres. La Secretaría de Seguridad Ciudadana confirmó que el interno fue encontrado con lesiones atribuibles a una caída, y posteriormente declarado muerto en un hospital público.
Miguel Cortés Miranda, de 39 años, había sido aprehendido en abril de 2024 tras el feminicidio de María José, una joven cuyo asesinato reveló una escalofriante serie de crímenes cometidos presuntamente por el mismo individuo a lo largo de una década. El hallazgo del cuerpo de la víctima llevó a las autoridades a inspeccionar el domicilio del acusado, donde descubrieron restos humanos, múltiples identificaciones oficiales de mujeres, cinco cráneos y diversas armas.
Estos elementos evidenciaron un patrón de violencia sistemática que habría pasado desapercibido durante años, en el mismo inmueble donde finalmente fue asesinada María José. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) identificó al responsable como un posible asesino serial, apodado por la opinión pública como el feminicida de Iztacalco.
El feminicida de Iztacalco: una audiencia que nunca ocurrió
El día de su fallecimiento, Miguel “N” tenía programada una audiencia en la que se abordarían los casos de dos de las víctimas que se le imputaban. Sin embargo, horas antes del encuentro judicial, custodios del reclusorio informaron que el reo había sufrido una “caída y contusión”. De inmediato fue trasladado al área médica del centro penitenciario y posteriormente canalizado al Hospital General de Iztapalapa, donde los médicos notificaron su deceso por un posible paro cardiorrespiratorio.
Indicios de un asesino serial
Tras el feminicidio de María José, la investigación se extendió rápidamente y permitió conectar a Miguel con otros casos de mujeres desaparecidas. El inmueble donde vivía, un edificio de la colonia Cruz Coyuya, de la alcaldía Iztacalco de la Ciudad de México, se convirtió en una pieza clave del caso: las autoridades descubrieron restos óseos y objetos personales que apuntaban a por lo menos seis víctimas más.
La evidencia forense hallada en el lugar indicaba que los crímenes habían ocurrido en distintas fechas, lo que hizo pensar a los investigadores que Miguel “N” había estado operando durante al menos 10 años, sin levantar sospechas entre vecinos o conocidos. Las características del caso llevaron a algunos medios a compararlo con otros casos notorios de feminicidas seriales en México.
Investigan muerte del feminicida de Iztacalco
La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México anunció que ya se abrió una carpeta de investigación para determinar las circunstancias exactas de la muerte del feminicida de Iztacalco. La dependencia aseguró que se mantendrá informadas a las familias de las víctimas y que se continuará con las diligencias necesarias para esclarecer los hechos.
Hasta el momento, no se ha confirmado si existen indicios de negligencia o violencia por parte del personal del reclusorio o de otros internos, cabe mencionar que el interno contaba con vigilancia con custodio de vista y tenía tratamiento con medicamento controlado supervisado por el Servicio Médico del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, adscrito a la Secretaría de Salud de la Ciudad de México. No obstante, la coincidencia entre la fecha de la audiencia judicial y su repentino fallecimiento debe ser descartada por las autoridades correspondientes.
El caso que estremeció a la Ciudad de México
El perfil de Miguel Cortés Miranda y la magnitud de los crímenes que se le atribuían dejaron una huella profunda en la opinión pública. La historia del feminicida de Iztacalco no solo evidenció los riesgos de la impunidad, sino también las fallas estructurales en la detección y prevención de violencia de género en el país.
Su muerte, lejos de cerrar el caso, ha generado nuevas preguntas: ¿Actuaba solo?, ¿cómo pudo mantenerse oculto durante tanto tiempo?, ¿hubo omisiones institucionales que permitieron sus crímenes? Las respuestas aún deben ser aclaradas por las autoridades.
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