“Siempre vi fotos de ella con los ojos abiertos, sonriendo, haciendo algo, jamás como me la habían mostrado, me imagino que esa foto fue de cuando la encontraron: estaba acostada en el piso y tenía todavía la bolsa en el cuello con la que la asfixiaron”. Así recuerda Abigail haber encontrado a su madre Susana, víctima de feminicidio, tras dos días de búsqueda.
Susana García desapareció el 20 de diciembre de 2017 en el municipio de Zinacatepec, Estado de México. Tenía 44 años. Su hija, Abigail, la vio por última vez ese día a la una de la tarde y supo que algo estaba mal cuando dejó de contestar sus llamadas y mensajes. Al día siguiente, Abigail preguntó por Susana en su trabajo, en casa de su hermana, en el negocio de su expareja: nadie sabía nada.
Dos días después decidió denunciar la desaparición.
En la Fiscalía de Personas Desaparecidas del Estado de México, le entregaron una hoja con las características físicas de Susana y los datos de las autoridades para dar informes sobre su paradero.
“Me dijeron “toma tu hoja, saca copias y pégalas por donde andaba tu mamá, por donde creas que anduvo”, recuerda Abigail. “Yo no sabía que el familiar tenía que pegarlas, pero cuando
me dijeron ‘saca copias’, en ese momento dije ‘ahorita me voy, voy a sacar un montón de copias y voy a pegarlas en todos lados y no me importa que pierda todo el día’”.
Pero no perdió el día. Cuando estaba por salir de la fiscalía, una policía le pidió que la acompañara: había un cuerpo con las características de Susana que Abigail debía identificar.
“La velamos el viernes en la noche y el sábado, hasta el domingo la enterramos, el 24 de diciembre”, dice Abigail. Los tres hijos de Susana, sus nietos, hermanos y amigos pasaron Nochebuena en el panteón.
Susana fue identificada el 22 de diciembre, y solo una de sus hijas pudo rendir su declaración porque eran más de las nueve de la noche. “Hoy es viernes, sábado no trabajamos, (el) domingo es 24, tampoco trabajamos, el lunes es 25 y tampoco, entonces los esperamos aquí hasta el martes para (rendir) su declaración”, le dijeron en la fiscalía a Abigail.
El duelo de la familia apenas empezaba y ya tenían que enfrentarse a una investigación entorpecida.
El 26 de diciembre, Abigail, su hermano y su cuñado declararon ante el Ministerio Público, y cuando preguntaron quién estaría a cargo de la investigación, la respuesta fue que “muchos estaban de vacaciones y no sabían a quién le iban a dar la carpeta”.
El abogado fue asignado en febrero. El día que Abigail lo conoció, una policía de la fiscalía le dijo: “no dejes de venir, insiste, insiste, porque luego llegan casos nuevos y se van olvidando de los que ya pasaron”.
Hasta ahora, Abigail ha hecho dos recorridos con investigadores de la fiscalía. Eso es todo. “Ya van seis meses y aún no se han puesto las pilas, no me han dicho nada. Lo único que me dijeron es que mi mamá no tenía huellas”.
Abigail no entiende cómo la fiscalía no encontró restos de material genético que permitieran identificar al feminicida de su madre. “La bolsa que tenía (Susana alrededor del cuello) también la mandaron a analizar y tampoco tenía pigmentos, me comentan que se le quedaban pigmentos a la hora de hacer lo que hicieron (estrangularla), pero la bolsa está limpia. Dicen que su cuerpo también está completamente limpio, cuando yo le vi rasguños en las manos. De ahí pudieron haber sacado algo, pero no. No entiendo cómo es que un homicida sea tan bueno para hacer lo que hizo y no dejar ni una huella”.
La primera respuesta de las autoridades, sin embargo, fue más efectiva: “Me dijeron que me iban a ayudar con la caja (el ataúd) y el traslado porque eso es, por parte de la Fiscalía, lo menos que pueden hacer en los casos de feminicidio”.
Además, Abigail y sus hijas, de siete y tres años, recibieron terapia psicológica: “el licenciado del Ministerio Público me dijo ‘te voy a mandar a psicología porque estás mal, necesitas ayuda y terapia’. De hecho, fueron los primeros que se contactaron conmigo, antes que la procuraduría fue el psicólogo”.
Cuando vivía en el Estado de México, el recorrido para llegar a la terapia era de dos horas, y ahora que vive en la Ciudad de México el tiempo sería mayor, por lo que la fiscalía mexiquense le dijo que la redirigiría a un centro más cercano. Hasta ahora no lo han hecho.
A casi un año del asesinato de Susana, la investigación sigue abierta, no hay sospechos y lo único que escucha Abigail cada vez que va a la Procuraduría es que el abogado a cargo del caso está “trabajando en eso”.
Abigail dice que no quiere que su mamá sea otra más, otro caso sin resolver. “Sé que no me la van a regresar, yo haría lo posible porque ella estuviera aquí, que no hubiera pasado lo que tuvo que pasar, el sufrimiento, el dolor. Lo único que pido es que sí hagan su trabajo, de verdad, sin necesidad de que otras personas los estén molestando para que hagan lo que tienen que hacer”.
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Este reportaje fue realizado por Alejandra Padilla para Serendipia en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, del International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con CONNECTAS.
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