“Yo me fui con él a los 15 años. Tuvimos una niña que se murió de neumonía y ahí empezó todo: se emborrachaba, me trataba muy mal, como si fuera su sirvienta. Me separé de él porque me sacaba en la noche, me dejaba en la calle con mi hijo”.
Durante los 23 años que vivieron juntos en el municipio de Cuautitlán Izcalli, en el Estado de México, el esposo de Aurora la golpeó, la insultó y se gastó en alcohol el dinero que ella ganaba. Aurora intentó denunciarlo más de una vez antes de irse de manera definitiva, pero los agentes del Ministerio Público se burlaban de ella, le decían que su marido no le había hecho nada, que tenía que llevar golpes visibles.
Cuando decidió dejarlo y pidió una orden de protección en su contra, los funcionarios de la Procuraduría la citaban a las diez de la mañana pero la atendían a las cuatro de la tarde. Aurora dejó de darle seguimiento a su caso porque su trabajo estaba en riesgo, no podía faltar cada vez que tenía que asistir a una cita.
Aurora dejó a su esposo cuando se enteró de que tenía una amante. Le pidió que se fuera de la casa y ella se quedó a vivir ahí con los hijos de ambos. Ahora, su expareja amenaza con demandarla por quedarse con la casa de manera ilegal.
“No ha venido a dejarles nada”, dice Aurora. Su exesposo no les da una pensión a ella ni a sus hijos, pero quiere que se vayan de la casa para vivir ahí con su nueva pareja. Ahora, Aurora es asesorada por un grupo de activistas quienes la orientan para tramitar los procesos necesarios para proteger su casa.
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Este reportaje fue realizado por Alejandra Padilla para Serendipia en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, del International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con CONNECTAS.
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