Tenía 20 años. Vivía en Axochiapan, Morelos. Estudiaba Contaduría. Era tranquila y practicaba fútbol. Sus amigos la recuerdan como alguien que los ayudaba cuando tenían algún problema.
El 4 de septiembre de 2017, Hazel desapareció. Fue a hacer su tarea en un café internet y su familia no supo más de ella: no contestaba el celular ni llegaba a su casa. Su familia intentó levantar una denuncia por desaparición, pero las autoridades les dijeron que debía pasar más tiempo. Ante esa negativa, su padre la buscó por todo el pueblo, pero no la encontró.
El 6 de septiembre, dos días después de la desaparición, los vecinos se comunicaron con la familia de Hazel para decirles que había un cuerpo en la barranca, tal vez era ella. Cuando sus padres llegaron al lugar, comprobaron que se trataba de su hija. Fue estrangulada con un pañuelo.
“Siento que la autopsia no fue completa. El cuerpo lo encontraron en la mañana, no sé a qué hora se lo llevaron al Semefo (Servicio Médico Forense), pero al parecer llegó como a las 11 o 12 de la noche a la casa; entonces la autopsia no duró ni un dia”, dice Ana Karen, la hermana mayor de Hazel.
Ana Karen recuerda, incluso, haber encontrado un cigarro en el bolsillo del pantalón que Hazel vestía aquel día, algo que las autoridades no reportaron. Tampoco hicieron pruebas toxicológicas como parte de la autopsia.
Más de un año después del feminicidio de Hazel, su familia no ha podido conocer la carpeta de investigación del caso. Ana Karen dice que cuando sus padres pidieron tener acceso a ella en el Ministerio Público, les fue negada sin que nadie les explicara por qué.
Han pasado 14 meses desde que Hazel fue asesinada y su familia todavía no tiene respuestas sobre qué sucedió ese 4 de septiembre. Más de un año después, el feminicidio de Hazel sigue en la impunidad.
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Este reportaje fue realizado por Alejandra Padilla para Serendipia en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, del International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con CONNECTAS.
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